Dedos cansados

Acá en la montaña, cuando sale el sol después de la lluvia, el verde es más verde, el rojo brilla y el amarillo parece luz pura. Y los hongos, siempre me ha extasiado la presencia de los hongos; son firmes, elegantes, como hombres antiguos con sombrero, de esos que salían de la ópera. Las aves parecen más contentas después de un baño. ¿Alguno de ustedes ha visto a las aves bañarse bajo un chorrito de agua? Es, por decirlo simple, como una canción bonita. No voy a abundar en la belleza de las flores después de un chapuzón, sería caminar por el tentador avismo de los lugares comunes, de todos modos, el punto es otro: hay una sombra que parece destinada a oscurecerlo todo, viene como una onda expansiva imparable, demoledora... En los últimos años, una especie extraña de turistas llegan por mis parajes montañeros: “sedientos de naturaleza”, así dicen, “hartos del estrés de la gran ciudad”, aseguran, con tal convicción, que no es difícil creerles, y apenas han puesto los pies sobre el suelo poblado de hojas muertas, parecen sentirse incómodos, si un grillo despistado se les ha pegado en la ropa, contienen la respiración hasta que algún valiente los libere o el bicho, por sí mismo, decida saltar hacia otros rumbos. Entonces empiezan a otear el horizonte. Al principio yo pensaba que estarían disfrutando del verdor de la montaña, quizá reencontrándose con imágenes añoradas, pero no, si miran a su alrededor es porque están buscando el mejor lugar para la foto. Yo, amante de la fotografía como soy, entiendo la necesidad de atrapar con la cámara los momentos efímeros, sin embargo, este asunto va por otro lado. Después de tomar las fotos del paisaje siguen las selfies, luego las fotos de la comida, luego viene la etapa de edición, si alguna foto salió oscura o los sujetos en cuestión no han salido lo suficientemente presentables, no dudan en repetir las tomas, ya que tienen que difundir las imágenes por cada una de las redes sociales que manejan. Esos seres “que buscan desconectarse de el vértigo urbano”, que han tenido que conducir decenas o cientos de kilómetros para llegar, pasan más tiempo con sus ojos y cerebro más pendientes del celular, que de sus propias familias o de la exuberante naturaleza que los rodea. Estoy segura de que llegarán a sus casas con los dedos cansados, pero pensarán que ha valido la pena cuando vean la cantidad de likes que han conseguido. Terminarán la jornada frente al computador, leyendo las frases hechas que hablan de como ser buenos padres, o las estadísticas del consumo de drogas en adolescentes, o las reflexiones sobre el amor a la naturaleza y hasta se tomarán su tiempo para escribir comentarios sabihondos; mientras los hijos, en su cuarto, frente a otra pantalla pregonarán su soledad y necesidad de afecto ante un montón de extraños. Los unos y los otros se desconectarán para dormir y sentirán una especie de vacío inexplicable. Pero no es grave, en tanto tengan la seguridad de que podrán conectarse al día siguiente, dormirán tranquilos.

Comentarios

Entradas populares