Mi rojilla de cada mes


Mi camarada

La llamo mi camarada porque se las da de rojilla radical, pero no es izquierdosa ni mucho menos, yo diría más bien que es de centro. Pesada, molesta y corta notas, la vengo tolerando desde los trece, creo. Al principio se atrasaba todo el tiempo y yo, traviesa como era me la pasaba cruzando los dedos para que llegara; afortunadamente con los años se ha vuelto puntual y yo mas precavida. Con ella cada mes es un borra y va de nuevo. Si estoy susceptible es porque la espero de un momento a otro, si estoy irritable es porque llegó, y si estoy feliz como castañuelas, es porque se fue. Mi camarada es rutinaria y predecible casi como yo misma. La experiencia me enseñado que las decisiones importantes no debo tomarlas en su presencia, lo más probable es que me equivoque. Si hoy escucho Luis Armstrong y mañana Juan Luis Guerra, seguro ella tiene que ver. Si alguien me cae mal repentinamente, es ella que mete cizaña. Si tengo un nudo en la garganta, si me veo gorda, si todos son unos ineptos, si me ha salido un barro en la nariz…es la susodicha.

Como mi inseparable que es los amigos íntimos naturalmente la llegan a conocer, y a veces no de la mejor manera, de hecho, hay algunitos entre desprevenidos e inexpertos, que han tirado la toalla, pero hay otros más cancheros, que no se dejan intimidar, de esos que la tratan como a vieja amiga, y hasta le ponen sobrenombres; unos mas curiosos que otros: la suegra, la visita, la bandera roja, la hermana fea, en fin. Hubo uno muy simpático que la llamaba Noches del Oscar, porque esas noches, seguro, las dedicábamos al cine.

Según las circunstancias puede llegar cargada y temperamental como este último mes, que me puso como un campo minado, lista para estallar, hasta con el roce de un pétalo y como era previsible cayó la primera víctima: un pobre inocente que ha salido por los aires volando en pedacitos. De hecho ahora mismo estoy juntando las partes a ver si logro dejarlo como antes.

Así es mi camarada, la conozco bien; después de la tempestad vendrá la calma, se marchará dejándome a punto de caramelo: flexible y pegajosa, y, aunque sea por poco tiempo todos mis sentidos alcanzaran el nirvana. En esos días la magia existirá, la música sonará mejor que nunca, cualquier hijo de vecino se pondrá más bueno que George Clooney, todo lo que pruebe me sabrá a gloria, y estaré, como en el otro caso, lista para estallar hasta con el roce de un pétalo.

Comentarios

  1. Recién tengo tiempo de comentarte amiga... Está hermoso, conocemos bien esas vistas de la Rojilla tal y tan como la describes. Necesaria para la especie que aunque la odiemos, la amamos. ¡Todo un cuento!

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